martes, marzo 13, 2007

DECENCIA PÚBLICA


Los nombres no importan mucho. Llámese, “corrupción chica”, o “arreglos convenientes”, lo cierto es que el aparataje gubernamental en Santiago y regiones no han estado ajena a ello. Si bien, son hechos menores, creo que es impresentable que aún existiendo plataformas como Chilecompra, que está llamada a aportar eficiencia a los procesos de ofertas y contratación pública, subsistan vicios, como mantener la última decisión al absoluto amparo de la autoridad del sector.

Esta última decisión, la más importante del proceso, puede borrar de un plumazo toda la limpieza y probidad anteriores, declarando desiertos concursos públicos objetivos, descartando o proponiendo arbitrariamente a personas y empresas para determinadas labores, atendiendo a variables poco objetivas, y muchas veces “políticamente oscuras”. Llevado todo esto a la vida real, significa dejar fuera a proveedores por el sólo hecho de que no llevan un apellido conocido en el submundo político, no tienen redes o no pertenecen a un partido, o porque simplemente “le cayó mal” a la autoridad o tienen relaciones con alguna persona con la que tuvo problemas. Al revés, el sistema funciona dejando en puestos o en actividades claves a personas o empresas sin los pergaminos necesarios, pero que responden a lógicas partidarias, siendo ahijados, parientes, o protegidos de personalidades del ámbito.

La lista de casos suma y sigue, en organismos como Sercotec, INDAP, en oficinas dependientes de CORFO, y en gran parte de las entidades que manejan jugosos recursos públicos. De esta y otras formas, se vulnera lo que se creía invulnerable, que al final, atenta contra tecnologías eficientes y asequibles para las pequeñas y medianas empresas, atentados que se demuestran con la cada vez más baja cantidad y calidad de los oferentes, cansados ya del juego sucio.